lunes, 18 de agosto de 2014

DELIRIO o TANNHAÜSER EN VENUSBERG




TANNHÄUSER EN VENUSBERG

Yo soy de nuevo Tannhäuser.
Soy el mismo que habla.
El que compone series de versos gamma en estrofas quásar
por el bien común y la unanimidad de los sexos de todas las razas.
Soy el peregrino que encontró y se instaló en lo que no es una montaña.
Y que su magia no es más que vuestro desconocimiento
de las leyes básicas de la alteración de la materia.
Yo soy el que se ha batido y se batirá mil veces contra los (corpóreos
de exoesqueleto metálico) que se hacen llamar Caballeros
y que siempre cantan el amor de un tal Cortés.
Soy el que protege la entrada y la salida de Venusberg.
La casa de la diosa-hermana-madre-esposa
de los que antes de caer al abismo ya se habían vuelto nómadas del cielo.
Argonautas que dejan la tarde cuajada de estelas contra el firmamento.
Lúcidos hermanos que viajan sin cuerpo, sin recuerdos,
hacia lo desconocido de su destino.

Yo soy solo Tannhäuser.
No como vosotros, que cada uno sois otro.
Yo soy el que viajo errante y que siempre iré.
Llegaré cuando me espere la vida con todas sus moléculas abiertas
y sus estructuras dispuestas a enlaces y comuniones de aura.
Soy el que siempre volveré a Venusberg
para ver cada vez que de la carne la piel
no sirve si no se humedece.
Para ver impulsos eléctricos cerebrales
convertidos en energía lumínica
de miradas limpia miradas.
Secuencias catadriópticas que se alinean con la frecuencia
del pulso electromagnético del universo.
Que es como cerrar la ecuación
que dice que si el movimiento de un fotón es la unidad mínima de tiempo
el espacio entre un átomo de carbono y su electrón,
es la unidad mínima de medida de tu silencio.

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