DELIRIO o TANNHAÜSER EN VENUSBERG
TANNHÄUSER EN VENUSBERG
Yo
soy de nuevo Tannhäuser.
Soy
el mismo que habla.
El
que compone series de versos gamma en estrofas quásar
por
el bien común y la unanimidad de los sexos de todas las razas.
Soy
el peregrino que encontró y se instaló en lo que no es una montaña.
Y
que su magia no es más que vuestro desconocimiento
de
las leyes básicas de la alteración de la materia.
Yo
soy el que se ha batido y se batirá mil veces contra los (corpóreos
de
exoesqueleto metálico) que se hacen llamar Caballeros
y
que siempre cantan el amor de un tal Cortés.
Soy
el que protege la entrada y la salida de Venusberg.
La
casa de la diosa-hermana-madre-esposa
de
los que antes de caer al abismo ya se habían vuelto nómadas del cielo.
Argonautas
que dejan la tarde cuajada de estelas contra el firmamento.
Lúcidos
hermanos que viajan sin cuerpo, sin recuerdos,
hacia
lo desconocido de su destino.
Yo
soy solo Tannhäuser.
No
como vosotros, que cada uno sois otro.
Yo
soy el que viajo errante y que siempre iré.
Llegaré
cuando me espere la vida con todas sus moléculas abiertas
y
sus estructuras dispuestas a enlaces y comuniones de aura.
Soy
el que siempre volveré a Venusberg
para
ver cada vez que de la carne la piel
no
sirve si no se humedece.
Para
ver impulsos eléctricos cerebrales
convertidos
en energía lumínica
de
miradas limpia miradas.
Secuencias
catadriópticas que se alinean con la frecuencia
del
pulso electromagnético del universo.
Que
es como cerrar la ecuación
que
dice que si el movimiento de un fotón es la unidad mínima de tiempo
el
espacio entre un átomo de carbono y su electrón,
es
la unidad mínima de medida de tu silencio.
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