jueves, 19 de mayo de 2022

LOS PERROS POSMODERNOS


 

En aquel tiempo me fui a tener diecinueve años

porque era posmoderno.


Había dejado atrás un castillo y un león

por una vanguardia.


Y si quería vivir en esa trinchera

lo que más importaba era que tenía que trabajar


y luchar y estudiar de madrugada

a Derridá a Houellebecq y a Lyotard.


Y lo relativo era posmoderno.

Un espíritu como un campo energético abstraído.


Tenía una habitación con el techo de papel

y un trabajo en una fábrica de asfalto.


Y esa habitación era un paraíso luminoso

gracias a ese trabajo que era un infierno pegajoso.


Y la cadena de producción me sufragaba los cómics

los libros La sonrisa vertical y la revista Anthropos.


Y viajé dentro de mí y dentro de otros.

Lo más cerca que se puede viajar lejos.


Como en un Aleph eterno. Como si el laberinto fuera yo

y tuviera que escapar de mí un amor desbocado.


Enfrentado siempre a una nueva bifurcación.

Y Jorge Luis me habló por boca de Juan Ramón.


"Conocerás la perfección y la perderás.

Como se pierden las lágrimas en la lluvia"


Pero entonces mi belleza era eterna

y mi juventud inmortal.


Que se mueran los feos, dije, que yo me quedo con

los perros posmodernos.



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