sábado, 31 de diciembre de 2016

EGO TOUR. De la carne la piel.




Nuestras maletas maltrechas estaban apiladas en la acera nuevamente;
teníamos mucho por recorrer. Pero no importa, el camino es la vida. 
Jack Kerouac



Me tomaré unas vacaciones de mi mismo
porque siempre que viajo lo que se repite soy yo.
Dopamina en el fondo del cajón.

Soy de un pueblo romano
donde llaman enanos a los invidentes.
Y a los de la capital portugueses.
Pero vivo en una ciudad habitada por piedras de todo tipo. 
Piedras talladas a fuego lento y con ideas propias.
Piedras que asumen su papel en la historia.
Piedras aéreas y otras de las que solo queda
el hueco que ocupaban. Piedras robadas y piedras muertas.

Abriré el cajón.
Me tomaré mis vacaciones en tableta.
C8  H11  NO2.

Estoy rodeado de sangre muerta.
La argamasa de la piedra.
Y lo peor es que la sangre seca
es lo que da color a la roca.
Crea dibujos y señales de advertencia
por eso pesan lo que pesan
y ni el paso del tiempo ni los fenómenos atmosféricos las alteran.
Además desprecian a todos lo que las miran desde aquí o desde fuera.

Empiezo el viaje.
Las señales y las marcas
se vuelven caras.

Primero de viejas. Luego de cajeras y enfermeras.
Se mezclan unas con otras. Aparecen algunos animales.
Toman forma física un tipo con maletín, dos con papeletas
y tres con placa y pistola.  Aparece un cuarto y les roba.
Se casa con la princesa de la piel morada. No en una boda.
En una cacería formada por todas las piedras de la plaza
que ahora son la jauría comedora de flores 
que antes eran piedras voladoras.

Y eso que aquí
las flores se consideran drogas.
Pétalos más que suaves
pistilos alargados
y estambres que se cimbrean 
los sexos de olores
y de colores
de todas esas fieras.

Bestias estáticas
que sin el brillo de mis ojos
no bailan…